En la medida que vayamos dejando de ser siervos, vasallos y
súbditos y tomemos conciencia, de nuestra igualdad, de nuestros derechos y
deberes, se podrá construir una mentalidad nueva, que nos permitirá,
en libertad, sentirnos corresponsables en el desarrollo de nuestra sociedad,
desde nuestra identidad cultural.
En cada uno de los mexicanos existe la aspiración profunda
de un desarrollo social auténtico que favorezca a todos sin excepción, sobre
todo a los más excluidos del sistema. Ante las actuales condiciones en que
vivimos, lograr este anhelo, puede parecer una utopía y como tal inalcanzable,
pero porque no pensar en la posibilidad real de alcanzarlo si se dan algunos
cambios.
Lograr que las cosas mejoren nos lleva a considerar muchas
actitudes que manifiestan los integrantes de la sociedad. Hay quienes desean
que la mejoría venga cómo por arte de magia; otros cargan la culpa a los políticos,
excluyéndose de la responsabilidad social; están los que, teniendo el puesto y
los medios para favorecer mejores condiciones de vida, sólo se han servido a sí
mismos al amparo de la corrupción; algunos más, con actitud pesimista, no dan
ninguna posibilidad de algo distinto; muchos más, con indiferencia, ni siquiera
sueñan en un mundo nuevo; pero también hay quienes -quizá pocos- con madurez
ciudadana, creen y van haciendo posible cambios reales y no permiten que la
esperanza decaiga.
Esta última actitud mencionada es de aquellos integrantes de
la sociedad que fueron tomando conciencia del significado de ser ciudadanos; de
los derechos y obligaciones; de la primacía de la persona ante el estado y todo
tipo de instituciones; de que no eran súbditos, sino ciudadanos; la necesidad y
conveniencia de unir esfuerzos y voluntades.
Muchos individuos, con esta actitud, están desgastándose
diariamente por ver una tierra nueva. Pero aún hay mucho más quehacer para incluir
a más personas con esta actitud y, por su participación social, se genera mayor
fuerza para inclinar las políticas sociales a favor de un desarrollo incluyente,
de los hasta ahora marginados.
Hay muchos desafíos que se presentan cuando hablamos de
objetivos en este aspecto, pero es necesario que dejemos atrás la mentalidad de
súbditos que nos lleva a obedecer pasiva y acríticamente a las autoridades y a
no tener conciencia de la participación y corresponsabilidad ciudadana, para
entendernos como ciudadanos con esa capacidad de ser protagonistas en la
transformación social.
Tenemos que superar la idea de vernos sólo como individuos
aislados para pasar a experimentarnos como personas con sólida conciencia
comunitaria. Salirnos de la masa, de los corporativismos dispuestos a ser
manipulables para integrar la sociedad con clara y decidida actitud de
participación, es un reto difícil y complicado, pero se debe asumir. Esto
requiere un amplio proceso de educación cívica y formar la conciencia en lo social
que incluya los derechos y deberes humanos. Tendrá que ser un proceso lento, largo,
problemático y complejo.
No sabemos quién tiene la responsabilidad de formar
ciudadanos; no hay preocupación por formar ciudadanos. Hay muchos organismos
que debieran asumir este compromiso, mas por intereses egoístas, porque no
conviene a sus objetivos mezquinos, no se proponen esta tarea.
En la medida que vayamos dejando de ser siervos, vasallos y
súbditos y tomemos conciencia, de nuestra igualdad, de nuestros derechos y
deberes, se podrá construir una mentalidad nueva, que nos permitirá,
en libertad, sentirnos corresponsables en el desarrollo de nuestra sociedad,
desde nuestra identidad cultural.
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