Una sola música y una sola palabra resuena en el corazón de
una verdadera madre: amor, gratitud y respeto del hijo descendido de su seno,
sobre el cual recaerán las lloviznas de bendiciones como susurro de alas de
ángeles de Dios; como palabras, música e incienso de la celestial liturgia para
los pobres; como un invierno de sueños poblado de esperanzas; como un verano
que descansa a la sombra de los cedros Sagrados.
Desde el principio del mundo, y desde sus últimas raíces,
una onda inevitable empuja y vence las hondonadas de la vida. Ante las
insistencias de la revelación de la gratitud, se descubre la fuerza de una
marea alta bajo la luna llena, la paz de un sendero bordeado de precipicios, el
vuelo de las golondrinas, y la primavera con sus flores que danzan en los
huertos y patios. Se observa la necesidad de un nuevo diluvio, no de agua, sino
de amor, no para extinguir la vida, sino para purificar la tierra, para
fecundarla porque los árboles están ya viejos y carcomidos por la rutina. Y en
la batalla del silencio, ella permanece callada, un momento de quietud, un
instante que parece eternidad.
Durante muchos años, envuelta en el polvo de la abnegación y
de la amargura, acumulando sobre sus hombros, como una carga pesada,
responsabilidades y destinos ajenos, caravanas numerosas capitaneadas por el
desconcierto y el dolor, como cabalgando a la sombra de una bandada de cuervos.
Una y otra vez recibiendo sobre la cara reproches y reclamos, en la faceta
oscura de la anual celebración del 10 de mayo, ahí donde no hay una flor sobre
la tumba, una tarjeta o quizás un abrazo, ahí donde las entrañas maternales han
encontrado su olvido porque el nombre de madre dejó de cohabitar en el lenguaje
de los hijos.
No es necesario ser muy perspicaz para adivinar lo que
muchos ojos dirán: “Me han abandonado, estoy sola, ¿quién cuidará de mí en
mis últimos años?” Un largo silencio responderá, la perplejidad llama a la
puerta, la duda levanta la cabeza peligrosamente sobre el horizonte: “¿Dónde
estás hijo que a tu madre has olvidado?” Los amados nunca están solos, aunque
los separen mares y océanos, en el olvido hay distancias infinitas pero en el
recuerdo estas no existen.
Una sola música y una sola palabra resuena en el corazón de
una verdadera madre: amor, gratitud y respeto del hijo descendido de su seno,
sobre el cual recaerán las lloviznas de bendiciones como susurro de alas de
ángeles de Dios; como palabras, música e incienso de la celestial liturgia para
los pobres; como un invierno de sueños poblado de esperanzas; como un verano
que descansa a la sombra de los cedros Sagrados.
Llena tus manos con el polvo de las estrellas para rociar
con el bálsamo del consuelo el dolor de tu madre, para sublimar la abnegación
de quien el corazón no basta para proveer a sus polluelos, para alimentar el
fuego del corazón pleno o escaso que siempre, a pesar de todo, repetirá el
salterio de las vigilias y los maitines: mis pasos seguirán tus pasos y todas
las noches visitaré tus sueños. Por todas las lágrimas, risas, suspiros, y
profecías, a todas las que con orgullo y dignidad llevan el nombre de Madre:
¡Que Dios se los pague!
Postre
Gabriel Quadri es, sin objeción alguna, ganador del primer “debate”
entre candidatos a la presidencia de nuestro país, suma puntos y suma votos.
Los perdedores: Andrés Manuel López Obrador, que de la
república amorosa pasó a la república recalcitrante, no propuso nada nuevo.
Josefina Vázquez Mota, candidata gris y acartonada, no formuló proyecto de
interés. Ricardo Salinas Pliego, el propietario de Aztec Television, alegó que
el partido de futbol tendría más rating y resultó que el debate tuvo mejor
audiencia pese a las deficiencias en la producción, lo rígido del formato y la cuestionada
presencia de la voluptuosa edecán.
Quien sorprendió fue el copetón Peña
Nieto, demostró que sí se defiende y expone sus planteamientos sin necesidad de apuntador. Todo un priísta de la viaja usanza que le permite seguir en el liderato en las preferencias, las andanadas de sus contrincantes no hicieron mella en el mexiquense.
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