jueves, 8 de noviembre de 2012

Cuando la diplomacia pierde su encanto



…hoy el enemigo del hombre se llama hombre, hoy se anuncia otra cabalgata apocalíptica de la muerte que empuña la hoz de la injusticia para arrasar con todo aquel que de culpa sólo tiene el haber nacido ahí, precisamente donde ya no hay ojos para mirar, donde los oídos han perdido su sensibilidad y el tacto sólo recoge la aridez del orgullo y la necedad…

 
Cuando la diplomacia pierde su encanto, cuando se ha agotado la fuerza de la razón, cuando triunfa el odio sobre la bondad del corazón, suceden acontecimientos que elevan la intolerancia hasta el punto de lacerar la faz del mundo que se esfuerza por mantener la tranquilidad de las heridas que la historia ha marcado sobre su rostro.

Rostro triste por las heridas, cada vez más profundas, que se dibujan sobre la geografía de una humanidad que no ha aprendido, ni deseado alcanzar la utopía que en herencia han legado sus grandes maestros y pensadores. Pensadores que denuncian las consecuencias del cataclismo desencadenado por Adán y que en nombre del Dios de cada quien, se han adueñado de las personalidades, elevándolas y dejándolas caer en el abismo inmenso del destino cruel y sanguinario.

Sanguinario es el futuro que hoy contemplamos, hoy el enemigo del hombre se llama hombre, hoy se anuncia otra cabalgata apocalíptica de la muerte que empuña la hoz de la injusticia para arrasar con todo aquel que de culpa sólo tiene el haber nacido ahí, precisamente donde ya no hay ojos para mirar, donde los oídos han perdido su sensibilidad y el tacto sólo recoge la aridez del orgullo y la necedad. Necedad que engaña y que arremete contra los inocentes que morirán y seguirán muriendo como tributo a lo que no se quiso evitar y a lo que si se quiso vivir.

Vivir una guerra más es preparar honores a los héroes, erigir tumbas a los caídos, negar el perdón a los derrotados, reconstrucción de lo que nunca se debió derribar sino acrecentar, sembrar el terror para que lo cosechen quienes nunca lo soñaron, dividir opiniones entre pueblo y gobernantes, lanzar la moneda al aire y desestabilizar economías enriqueciendo a los que tienen y quitando lo que no se tiene (incluyendo la dignidad), estar dispuestos a escribir con letras escarlatas la memoria histórica que leerán con o sin compasión los que llegaron al nuevo milenio siendo niños y jóvenes.

¡Jóvenes ustedes no saben lo que es vivir el horror de la guerra!, gritó una voz (incansable y firme) que un día subió a la barca de Pedro para guiarla en medio de murmullos seculares a fin de no encallar sino de testificar la presencia del único camino, de la primera verdad, de la eterna vida; abriendo el costado herido de la misericordia a aquellos que vivirán observando la devastación del propio orgullo con la creencia de que nunca fueron ellos los culpables.

Por los que morirán en el combate, por los que nunca volverán a ver al padre, al hijo, al hermano, al amigo, por los que reiniciaron el éxodo abandonando su tierra prometida, por los que vivirán interminables noches de insomnio, bajo los sedantes efectos del remordimiento en la conciencia, por los que nunca hemos vivido en la dictadura del odio, por los santos inocentes de todo el mundo, ¡Nunca la Guerra!

Postre
¿Se abarata el nombramiento de “Pueblo Mágico”? Quiero suponer que no, tengo entendido que para conseguir la certificación, además de cumplir con los requisitos, se sigue una rigurosa evaluación que toma tiempo. En este año, Pahuatlán, Chignahuapan y Cholula (San Pedro y San Andrés), municipios del Estado de Puebla, se sumaron a la lista de Pueblos Mágicos, de los cuales, Cuetzalan y Zacatlán ya están incluidos. Están en lista de espera Tlatlauquitepec, Tetela de Ocampo y Tochimilco…

Me sorprende que en poco tiempo los sitios mencionados adquirieran la categoría ya que no alcanzan a cumplir por completo los estándares requeridos del programa. Más vale que los intereses comerciales no afecten la vida de los lugareños y realmente se vean beneficiados, incluidos a los indígenas, quienes no siempre son favorecidos y sí menospreciados.

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