El 2 de octubre no
debe olvidarse, su memoria, la verdadera y no la fantasía que las jóvenes
generaciones pretenden crear, debe ser un libro abierto a la lectura de la
conciencia nacional, sobre todo si no se tiene una respuesta a la pregunta
¿Valió la pena?
Durante el sexenio del
Licenciado Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), se fomentó el desarrollo económico de
nuestro país mediante el modelo del “desarrollo estabilizador”, también enfrentó
con dureza los movimientos sociales, especialmente las protestas estudiantiles
que se gestaron en la Universidad Autónoma Nacional de México y el Instituto
Politécnico Nacional, actos que culminaron con la trágica matanza en la Plaza
de las Tres Culturas, Tlatelolco, en el otoño de 1968, un 2 de octubre. A más
de cuatro décadas, no han quedado claras las causas por las cuales, a unos días
de iniciar los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México, brotaron, en la capital
de la República, continuas perturbaciones del orden público, manifestaciones hostiles
al gobierno y en particular a la persona del Presidente.
Para algunos resucitar
los acontecimientos es una necesidad existencial elevada al más alto rango de
necedad y equívoco, es lo menos que podemos pensar de los “estudiantes” que
vemos en los noticiarios de la televisión, secuestrando autobuses y realizando
actos de vandalismo con el fin de... tal vez ni siquiera ellos lo saben.
¿Qué lograrán aquellos
que desafían, no sólo a las autoridades sino a todo ciudadano cuyo único pecado
es vivir, precisamente, donde se suscitan los actos extremistas? ¿En quién o en
dónde se plasman los resultados de tales movilizaciones?
Mucho se habla de los
actos en sí, se enjuician y califican pero las consecuencias poco se atienden.
Acontecimientos como el 2 de octubre deben medirse por los resultados, por el
futuro que construyeron y la esperanza que despertaron, por lo que originaron y
por el alcance de su proyección. Es un error seguir proclamando consignas y seguir
luchando por aquello que hasta la fecha no ha sido asimilado, ni siquiera por
sus protagonistas.
Recordar los
acontecimientos debe llevarnos a hacer un serio examen de conciencia, buscar no
sólo al culpable o a quién debe erigirse un monumento, más bien ser
autocríticos y objetivos en principio.
¿Dónde estás 2 de
octubre? dinos si el lugar que ocupas en el calendario es: ¿En las efemérides
nacionales? ¿En los libros de texto? ¿En la narrativa de Carlos Monsiváis y
Elena Poniatowska? ¿En la memoria colectiva? Responde a tus amantes y a tus
críticos 2 de octubre, ¿por qué vale la pena no olvidarte? ¿Por Ayotzinapa que se
suma a la lista de tragedias estudiantiles sin resolver?
En un país donde las
luchas sociales han pasado a formar parte de los museos y las galerías, donde
se respiran sólo las revueltas personales y egoístas, no puede haber víctimas y
culpables; sino deseos de aprender, de mantener lo rescatable y de no equivocar
nuevamente el paso y la toma de decisiones.
Fueron muy dolorosos
los sucesos en la Plaza de las Tres Culturas, por momentos pareció que iba a
comenzar una nueva era de desórdenes populares y anuncios de revolución, pues
la agitación de los universitarios continuó.
El 2 de octubre no
debe olvidarse, su memoria, la verdadera y no la fantasía que las jóvenes
generaciones pretenden crear, debe ser un libro abierto a la lectura de la
conciencia nacional, sobre todo si no se tiene una respuesta a la pregunta
¿Valió la pena?
Postre
Si antes era un mito o
un secreto a voces, ahora la situación es real: Sí hay sacerdotes gays, lo
reconoció quien fuera sacerdote y funcionario en la Congregación para la
Doctrina de la Fe, Krzysztof Charamsa, expulsado por la Santa Sede, precisamente
por hacer pública su homosexualidad horas antes del inicio del sínodo de los
obispos sobre la familia.
“Quiero que la Iglesia
y mi comunidad sepan quién soy: un sacerdote homosexual, feliz y orgulloso de
mi identidad. Estoy preparado para pagar las consecuencias, pero es el momento
de que la Iglesia abra los ojos y comprenda que la solución que propone, la
abstinencia total de la vida del amor, es inhumana”, señaló Charamsa.
El tiempo dirá si este
Monseñor fue oportuno en hacer público este asunto que ya pone a sudar a la Santa
Sede y al Papa Francisco.
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