El deporte es un instrumento de educación cuando
fomenta elevados ideales humanos y espirituales, cuando forma de manera
integral a los jóvenes en valores como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la solidaridad y
la paz.
El deporte, superando la diversidad de culturas e
ideologías, es una ocasión idónea de diálogo y entendimiento entre los pueblos,
de elevación en la dignidad de la persona humana, como ocurre en las
competencias internacionales, llámense juegos olímpicos de verano o invernales,
los campeonatos mundiales de futbol o atletismo entre otros certámenes
deportivos.
El deporte es seguramente uno de los fenómenos importantes
que, con un lenguaje comprensible a todos, puede comunicar valores muy
profundos. Puede ser vehículo de elevados ideales humanos y espirituales cuando
se practica con pleno respeto de las reglas; pero no alcanza su auténtico
objetivo cuando da cabida a otros intereses que ignoran la centralidad de la
persona humana.
La actividad deportiva, además de destacar las ricas
posibilidades físicas del hombre, también pone de relieve sus capacidades
intelectuales y espirituales. No es mera potencia física y eficiencia muscular;
por eso el verdadero atleta no debe dejarse arrastrar por la obsesión de la
perfección física, ni ha de dejarse subyugar por las duras leyes de la
producción y del consumo, o por consideraciones puramente utilitaristas y
hedonistas.
El sentido de fraternidad, la magnanimidad, la honradez y el
respeto del cuerpo, virtudes indudablemente indispensables para todo buen
atleta, contribuyen a la construcción de una sociedad donde el antagonismo cede
su lugar al agonismo, el enfrentamiento al encuentro, y la contraposición
rencorosa a la confrontación leal. Entendido de este modo, el deporte no es un
fin, sino un medio; puede transformarse en vehículo de civilización y de
genuina diversión, estimulando a la persona a dar lo mejor de sí y a evitar lo
que puede ser peligroso o gravemente perjudicial para sí misma o para los
demás. Por desgracia, son muchos, y cada vez se van haciendo más evidentes, los
signos de malestar que a veces ponen en tela de juicio los mismos valores
éticos en los que se funda la práctica deportiva.
En efecto, junto a un deporte que ayuda a la persona, hay
otro que la perjudica; junto a un deporte que exalta el cuerpo, hay otro que lo
mortifica y lo traiciona; junto a un deporte que persigue ideales nobles, hay
otro que busca sólo el lucro; junto a un deporte que une, hay otro que separa.
Por otra parte, el deporte, a la vez que favorece el vigor físico y templa el
carácter, no debe apartar jamás de los deberes espirituales a cuantos lo
practican y aprecian. Según palabras de san Pablo, sería como si uno corriera
sólo “por una corona que se marchita”. La dimensión espiritual debe cultivarse
y armonizarse con las diversas actividades de distracción, entre las cuales se
incluye también el deporte.
A causa del ritmo de la sociedad moderna y de algunas
actividades deportivas, el cristiano podría olvidar a veces la necesidad de
participar en la asamblea litúrgica del Día del Señor. Pero las exigencias de
un descanso justo y merecido no pueden hacer que el fiel incumpla su obligación
de santificar las fiestas. Por el contrario, en el día del Señor la actividad
deportiva ha de insertarse en un ambiente de serena distensión, que favorezca
el encuentro y el crecimiento en la comunión, especialmente familiar.
Postre
¿Castigo por no votar por el PRI en las elecciones del pasado
mes de junio? No lo creo. ¿Escasos ingresos en las arcas de la nación que ya no
permiten financiar el desarrollo económico y social de nuestro país? Eso sí me
parece lógico, y es que el aumento del diésel y la gasolina permitirán captar mayores
recursos económicos porque PEMEX ya no es una paraestatal rentable. De pilón
también aumentó el precio del gas y de la luz eléctrica… ¿No que ya no habría
más aumentos?
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