…las naciones verdaderamente democráticas han
destruido los muros que las dividían y han construido puentes para afianzar
relaciones de intercambios beneficiosos para la integración, la libertad y la
solidaridad…
El muro que pretende construir Estados Unidos
a lo largo de la frontera con nuestro país para detener la inmigración
clandestina, ha sido motivo de reflexiones, notas y pronunciamientos, muchos de
ellos han propuesto el “diálogo respetuoso y maduro entre los gobiernos de los
países involucrados para encontrar soluciones que respondan a las exigencias de
respeto a la dignidad y a los derechos humanos de los migrantes, los cuales
nunca deberán ser considerados ni tratados como delincuentes” (nota de prensa
emitida por la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el
24 de diciembre del 2005). Este es el punto de discusión: ¿Por qué construir y
reforzar las medidas de seguridad con una mentalidad xenofóbica, egoísta y
discriminatoria? El proyecto del flamante mandatario norteamericano, Donald Trump, construir una muralla a lo largo de la frontera
con Estados Unidos y endosarlo a nuestro país, nos remonta a épocas de la historia de la humanidad que
nadie quiere recordar.
En el siglo XX la humanidad atestiguó el
estallido de dos guerras mundiales, la consolidación de sistemas totalitarios
demoledores y la acumulación de inmensos sufrimientos humanos. Dos años antes
de la publicación de la encíclica Pacem in terris,
en 1961, se erigió el muro de Berlín para dividir y oponer no solamente dos
partes de aquella ciudad, también dos modos de comprender y de construir la
ciudad terrena. De una parte y de otra del muro la vida tuvo un estilo
diferente, inspirado en reglas a menudo contrapuestas, en un clima difuso de
sospecha y desconfianza. Tanto como visión del mundo que como planteamiento
concreto de la vida, aquel muro atravesó a la humanidad en su conjunto y penetró
en el corazón y mente de las personas, creando divisiones que parecían
destinadas a durar siempre. Sin embargo, las naciones verdaderamente
democráticas han destruido los muros que las dividían y han construido puentes
para afianzar relaciones de intercambios beneficiosos para la integración, la
libertad y la solidaridad.
El Papa Benedicto XVI afirmó en su mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz 2006 lo siguiente: “Las autoridades que, en
lugar de hacer lo que está en sus manos para promover eficazmente la paz, fomentan
en los ciudadanos sentimientos de hostilidad hacia otras naciones, asumen una
gravísima responsabilidad: ponen en peligro, en zonas ya de riesgo, los
delicados equilibrios alcanzados a costa de laboriosas negociaciones”.
“Desde el Evangelio nosotros sabemos que el
proyecto de Cristo es superar los egoísmos y las enemistades; Él no vino a
enfrentarnos, sino a construir una humanidad fraterna y reconciliada; Él vino a
demoler los muros de la discordia; Él desea que sus hijos se reconozcan entre
sí como hermanos” (Nota de prensa emitida por la Secretaría General de la
Conferencia del Episcopado Mexicano, 24 de Diciembre del 2005)
Esperanza, valentía y amor serán necesarios
para impulsar el compromiso, humano y cristiano ante la amarga experiencia de
la construcción de un nuevo muro: el del “egoísmo”.