lunes, 20 de marzo de 2017

De la experiencia de Dios en la fiesta patronal

La presencia de los familiares, de los amigos, compartir el mole, el baile, el jaripeo, la misa, el castillo, todas estas expresiones que vivimos como pueblo indígena y mestizo, nos hablan de la herencia de nuestros abuelos, de su fe, de cómo se han explicado el origen del pueblo...

Por Pbro. Mario Pérez Pérez, párroco de San Francisco de Asís, Cuetzalan.


En la fiesta patronal tenemos todos los elementos que lo conforman: la identidad del pueblo, el valor de su vida, los símbolos, los ritos, las costumbres, los mitos, sin los cuales no se entiende la participación de todo el pueblo. Se puede ver claramente cómo se realiza el tejido social, económico, político y religioso del pueblo. Esta propuesta indígena creemos es posible como una alternativa en la vida de la nación.

Esta tradición que vamos pasando de generación en generación nos hace conservar nuestra identidad, de ahí las expresiones: “vamos al pueblo, a la fiesta” “¡Te invitamos, vamos al pueblo! ¡No vayan a faltar!”, y seguramente no vamos a encontrar gente que nos explique cada uno de estos elementos: flor, cera, adornos, las procesiones, pero sí sabremos en nuestro corazón, que algo nuevo está pasando.

La presencia de los familiares, de los amigos, el compartir el mole, el baile, el jaripeo, la misa, el castillo de luces, todas estas expresiones que vivimos como pueblo indígena y mestizo, nos hablan de la herencia de nuestros abuelos, de su fe, de cómo se han explicado el origen del pueblo, su relación vital con la naturaleza, con Dios, con los hombres y de cómo esta realidad, la fiesta, ha sobrevivido a los embates de la historia.

Esta es la experiencia total de Dios, todo tendrá razón de ser al presentarse ante la imagen patronal a ofrecer su flor, su cera, su limosna, el participar de la Misa y recibir la bendición del Santo Patrón.

El Patrón o Patrona de un pueblo es un santo o una santa con personalidad propia, no es lo mismo la imagen de Cristo de un pueblo al de otro. El mito nos hablará de cómo el Patrón tuvo preferencia por este lugar o por la gente de este lugar, de cómo llegó aquí, cómo se quedó y cómo nunca pudieron llevárselo. Es inconcebible un pueblo sin Patrón, sería un pueblo huérfano, sin personalidad.

Revisar la historia de cómo y por qué un pueblo llegó a tener tal o cual Patrón, analizar los mitos que lo explican es entender por qué el pueblo llegó a ser Pueblo. Ahí descubrimos las fuentes de vida, las luchas históricas, las epopeyas, las agresiones sufridas, es decir, descubrimos su identidad, el sentido religioso de la vida comunitaria.

El Patrón es un reflejo de Dios, simboliza a Dios con este pueblo. Dios se manifiesta como el Padre o Madre protector del pueblo, que corre la misma suerte del pueblo y que en esta comunidad manifiesta algunas de sus maneras de ser: mediador, relacionador de pueblos, defensor solidario, relacionado con algún aspecto de la vida material o social.

La fiesta patronal es un acontecimiento sagrado vivido por la comunidad, como un momento de vida intensa en completa ruptura con la vida ordinaria.

La imagen significa que está presente Dios en medio de la costumbre, se vive lo que dijo Jesús: “Donde dos o más están reunidos, ahí estoy yo” (Mt 18, 20). La verdad no se ve, se expresa en sus valores; el amor no tiene color ni medida, esos valores que nombramos con palabras, necesitan una expresión y son las velas, las flores, el incienso, la comida, la solidaridad, el amor, la fraternidad.

La comunidad vive la fiesta, la fiesta es para vivirse, en ella el pueblo celebra la vida, para que Dios le siga dando vida. El modo de vivir la fiesta, le enseña al pueblo cómo vivir diario los valores que ya están en el pueblo: estamos celebrando la solidaridad, el respeto, la fraternidad, el compartir, el amor; las procesiones nos ayudan a que nos hagamos pueblo, nos hagamos hermanos que vamos unidos. El canto y la música se hacen vida.

La fiesta la organiza el pueblo, con sus mayordomos y diputados; las peregrinaciones, las danzas, la música activan la vida del pueblo. La comunidad indígena reconoce los lugares sagrados, santos, donde Dios se hace presente: la casa del mayordomo donde está la cofradía, el cerro, la cueva, el templo.

El pueblo indio comunica su fe con flores y cantos, en un lenguaje sencillo, festivo, poético como lo hace Dios creador que está presente en el caminar de la comunidad, luchando y sudando en el campo, sembrando la vida para todos, ese Dios que nos espera en su casa (Is 25, 6-9), este es el Dios que nos da la salvación.

Queremos que la madre tierra vuelva a llenarse de flores y frutos para la vida, que los ríos y las montañas sigan cantando a nuestro Padre sol, que los indios tengamos la vida y podamos dialogar con los demás seres del planeta.

La experiencia de Dios lleva al pueblo a adquirir una fuerza, una espiritualidad que fortalece la identidad del pueblo. Esta espiritualidad guía al pueblo con dignidad de ser pueblo. Valorar estos ritos, símbolos, mitos y costumbres, asegura el equilibrio personal, familiar y comunitario en nuestro pueblo.

Retomar la fuente espiritual de nuestro pueblo para retejer el petate social e histórico, es valorar los ritos como expresión profunda de fe; el potenciar de los mitos alimenta una espiritualidad propia en una estructura comunitaria y la espiritualidad comunitaria tiene raíces que brotan hacia la liberación.

La experiencia de Dios es vital, pues partiendo de las preocupaciones de las personas por la vida permite encontrar respuestas a los problemas y desafíos que plantea la realidad. Dios eterno, se manifiesta en el espacio y en el tiempo, nuestros pueblos lo captan desde su espacio concreto y en la vida diaria.

El carácter profundamente comunitario expresado en la dimensión social como en la religiosa, se constituyen en la posibilidad de enfrentar la proyecto neoliberal. Frente a la visión individualista occidental se ofrece como una alternativa, la visión comunitaria de nuestros pueblos.

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