La Iglesia Universal de Dios, es una secta brasileña que
lucra con la fe de cientos de personas bajo la promesa de expulsar a satanás de
sus cuerpos y traerles la prosperidad económica a cambio de elevados diezmos.
Por Raúl Tortolero *
Caminando por las sufridoras calles de la Ciudad de México
me sorprende un gran rótulo que dice “Pare de sufrir”, en la entrada de algo
que parece Neuróticos Anónimos. Así lo insinúan una herrería negra de puerta
corrediza, y una ridícula cortina blanca. Pero se asemeja también al
consultorio de un ambicioso brujo. Es un letrero de al menos unos 5 metros de
largo. Alguien deseoso de notoriedad, de vender la idea de que uno deje de
sufrir, porque seguramente tiene un infalible remedio. Podría ser el despacho
de una Asesora Sentimental, porque está dibujado en la pared un corazón enorme
que en el centro tiene una paloma blanca. Pero no. Cuando le pregunto a unas
humildes señoras, me dicen que se trata de una religión “directa con Dios”,
donde la gente se cura de todos sus problemas, e incluso de “cáncer y sida”,
aseguran: “Ahí están los testimonios”.
- ¿Dónde? -les pregunto.
- No sabemos los nombres de los curados, pero todo es cierto
Pero ese “Pare de sufrir” no es un adagio budista, una
orden, sino el nombre de un culto originario de Brasil, también conocido como
Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), extendido en 90 países, entre ellos
Japón, Israel, India, y Estados Unidos. Fundada en 1977 en Abolicao, Brasil,
por Edir Macedo Becerra, ésta es una religión evangelista pentecostal, pero con
toques de magia popular, y un inmenso manejo de medios.
La IURD -igualmente llamada “Oración Fuerte al Espíritu
Santo”-, está registrada en México como asociación religiosa. La Secretaria de
Gobernación, le otorgó el registro constitutivo SAGR/2499/2001 el 1 de Junio de
2001. Ahora son 45 templos en este país, y en cada uno son celebradas las
mismas ceremonias: por ejemplo los lunes, “la Bendición económica”, los
viernes, “la oración de limpia” y los sábados “los casos imposibles”, y “terapia
de amor”. En estas ceremonias hay una bolsa al frente para que cada quien ponga
una limosna.
Eso sí, de algún lugar debe salir mucho dinero, porque esta
religión mantiene los infomerciales televisivos “Habla que te escucho”, donde
aparece a cuadro el obispo Pablo Roberto, un brasileño que viste de traje y
corbata, con look de ejecutivo, más que de religioso. En esos programas los “testigos”
dan fe de la solución a sus problemas, de la sanación de sus enfermedades o sus
avances económicos.
Debe ser una inversión considerable, pero redituable, porque
que se sepa, nadie invierte cientos de miles de pesos a cambio de nada. No
sería negocio. Además, los Pare de Sufrir, cuentan con un programa de radio en
el 590 y en el 1530 AM. Y aquí cito una investigación publicada por El Universal en la pluma de Marco Lara: “En
¿A dónde va la religión?” (Sal Terrae, 1996, citado por Catholic.net), Miguel
Pastorino apunta: Autolatina, la mayor empresa privada de Brasil, factura 337
millones de dólares al año, mientras que la IURD llega a facturar 950 millones
de dólares, según la revista brasileña Veja, en 1998...
¿Qué responden los obispos de Pare de sufrir? Me doy una
vuelta al ex teatro Silvia Pinal, una de sus sedes más grandes en la Ciudad de
México. Hablo con una señorita, muy seria ella, de hecho bastante áspera para
tratar con la prensa: Olga Lidia Martínez. Siento como si me reclamara de otros
artículos que se han escrito no muy a favor de su iglesia. Pero le digo que yo
no tengo nada que ver. Le pido una entrevista con el obispo, Pablo Roberto. Me
pide le dé primero un cuestionario. Le respondo que no hacemos entrevistas a
modo, y que eso es poco profesional. Me dice que va a checar.
Al otro día me recibe. Me aclara que la entrevista será con
otro obispo, con Franklin Dutra, un brasileño. Y que no tomemos fotos. Bueno.
Me introducen tras unas puertas con combinación electrónica en el ex teatro
citado. ¿Y qué veo? El foro donde hacen su show televisivo, ya con dos cámaras
listas, spots encendidos, micrófonos. Aparece el obispo Dutra y me pide que me
siente frente a las cámaras y el staff de tele y de la iglesia. Y yo encerrado
ahí.
- Oiga, no quiero salir en su programa de tele-, protesto.
Me jura que no será así. No me dejaron tomar fotos, pero
ellos sí me van a grabar. “Es para el archivo”, se justifica el religioso. Un
clima inhóspito, intimidante. Empezamos a hablar. Le inquiero sobre el
significado de la expresión “Pare de sufrir.”
-Nosotros adoptamos ese lema porque encontramos que a Dios,
cuando las personas lo buscan, sí pueden cambiar sus vidas. Y así uno deja de
sufrir.
- Pero no necesariamente todos los fieles de esta religión
van a parar de sufrir, porque el sufrimiento es inherente al ser humano.
- Exactamente.
- Entonces ¿por qué anunciarse como “Pare de sufrir”?
- Porque creemos que cuando la persona se encuentra con Dios
cambia de vida -insiste-. Puede el hombre estar alejado de Dios, pero cuando se
acerca, entonces ese sufrimiento termina.
- Esto podría prestarse a ciertas confusiones. Por ejemplo,
confundirse con una sesión de neuróticos anónimos.
- No conozco la institución, pero nuestro trabajo es acercar
a la gente a Dios.
- Ustedes han escogido como método de difusión la televisión
y el radio. Eso es algo nuevo, sobre todo porque me imagino que los
infomerciales son caros. ¿Cuánto les cuestan?
- Creemos en el mensaje que Jesús dejó, de predicar el
Evangelio a toda criatura, y sería imposible llegar a toda criatura sin los
medios de comunicación- opina.
- ¿Pero qué tan caro sale esto, y de dónde proviene ese
dinero?
- Las ofrendas de la iglesia, las personas colaboran con los
diezmos voluntarios, y con eso patrocinamos los programas de televisión y el
radio. Con respecto al precio no puedo decir, porque yo no cuido la parte
administrativa, sino la licenciada (Olga Lidia) Martínez.
Y entonces ella, siempre presente, interrumpe:
- Ese dato de gastos es una cosa privada que no nos gustaría
externar. No hay necesidad. Yo creo que el interés de ustedes debe ser cómo
sostenemos esta obra.
- Bueno, el interés nuestro lo definimos nosotros, no
ustedes, con todo respeto.
- Exactamente, por eso no damos ese tipo de datos. ¿Para
qué?
- ¿No hay ninguna persona que me pueda ofrecer esa
información?
- Yo se la puedo ofrecer -se jacta Martínez, y remata:
Simplemente, no quiero dársela.
Y así es como ella... ella me hizo sufrir.
· * El autor es periodista, escritor, médico
tradicional, asesor en estrategias de comunicación tanto en prensa como en
marketing político. Escribe para Excélsior y el sitio web lasilla rota.com. El
artículo fue publicado en el semanario Koinonía, órgano informativo de la Arquidiócesis
de Puebla en la edición 407 del 15 de enero de 2006.