jueves, 14 de enero de 2010

¿Acaso la vida no vale nada?

Hace dos décadas no era considerado un problema de salud pública en México, los casos eran aislados y quienes elegían quitarse la vida eran hombres mayores de 60 años, además la nota del día la daban los japoneses que tomaban la fatal decisión por sus “bajas” calificaciones o por no alcanzar o cumplir con los estándares que exige la vida social en el país del sol naciente. Sin embargo, en los últimos años esta situación ya no nos es ajena, se ha observado en nuestra nación un creciente número de muertes no solo de adultos mayores, también de mujeres, jóvenes, niños y adolescentes.

En Puebla, el suicidio es tema preocupante desde el año 2005, cuando los decesos aumentaron y fue muy sonado el caso de la inmolación de un niño de 10 años en la Junta Auxiliar de San Sebastián de Aparicio. En 2009 se registraron 188 defunciones y se prevé que en este año se supere la cifra dada la actual situación económica, señala la investigadora de la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Isabel Espíndola.

Un trabajo difundido por la fundación Este país, aporta elementos significativos acerca de este mal al que denomina “morir por elección propia”. Lo define correctamente como un problema de salud pública, “no solo por su impacto en la vida productiva de la sociedad, sino porque algunas de sus causas son tratables como las enfermedades mentales y los conflictos familiares”. Entre los factores de riesgo, según el citado estudio, se encuentran: pobreza, desempleo, pérdida de seres queridos, disgustos o rompimientos amorosos y problemas tanto legales, financieros y laborales.

Por su parte Oscar Sánchez Guerrero, psiquiatra e investigador de la Facultad de Psicología de la máxima casa de estudios del país, la UNAM, señala que el suicidio “se ha convertido en la segunda causa de muerte entre los jóvenes mexicanos, después de los accidentes automovilísticos.” El investigador agrega que hoy “la gente está sometida a mayor presión, agresiva competencia en un entorno de ansiedad y continuas propuestas de consumo, a veces inalcanzables, que les impiden disfrutar de una mejor calidad de vida a la que aspiran”.

Frente a este contexto ¿cuál debe ser la actitud de la Iglesia católica? ¿Qué elementos puede aportar más allá de las primicias del Evangelio? En vez de asumir una actitud condenatoria, debe prevalecer la infinita misericordia de Dios que los ministros han de suscitar en los familiares que sufren mediante la guía y el acompañamiento, ya que ellos están dispuestos a arrimar el hombro no solo llenando el vacío de la persona que ha deseado el beso de la muerte, también para ofrecer motivos poderosos para darle sentido a su existencia.

No podemos permanecer indiferentes por la frialdad de las estadísticas en ascenso, ni dejar que se vuelva un tema cotidiano, esforcémonos por trabajar para que la gente valore el significado de la vida. La ayuda profesional es muy valiosa en estos casos.

Postre

Estoy de acuerdo con las declaraciones que el rector de la Universidad Iberoamericana Puebla, David Fernández Dávalos, hizo la semana pasada en el sentido de que se debe abolir el celibato sacerdotal. “Es necesario revisar si es conveniente que en la Iglesia católica siga practicándose el celibato, porque no hay nada que lo vincule con una cuestión revelada, no está en el Evangelio; el celibato se impone como obligación hasta el siglo XII.” ¿Con esta medida cesaría una parte de la deserción de católicos? Al menos los presbíteros dejarían de vivir una doble vida y dejarían de predicar una doble moral. Y para que no quepa duda de las declaraciones del aludido, David Fernández es sacerdote jesuita y prominente defensor de los derechos humanos a nivel nacional.

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