sábado, 2 de enero de 2010

El que a hierro mata, a hierro muere

Si la muerte de el “jefe de jefes” a manos de los “marines” mexicanos fue una noticia sorprendente, por cierto muy ovacionada por el vecino del norte y más por nuestro presidente; conmocionó saber que la familia del marino caído en el operativo fue ejecutada, los narcotraficantes sencillamente vengaron la muerte de Arturo Beltrán Leyva.

¿Valió la pena el sacrificio de Melquisedet Angulo Córdova, tercer maestre del cuerpo de fuerzas especiales de infantería de marina? Quisiera tener la certeza de que sí lo fue y que grupos de narcotraficantes, a lo largo y ancho del país, son desarticulados, no por la Policía Federal ni por el Ejército, más bien por las fuerzas navales que con astucia, inteligencia, ayuda externa y algo más de integridad, intentan poner orden en la casa.

Soy el jefe de jefes señores
me respetan a todos niveles
y mi nombre y mi fotografía
nunca van a mirar en papeles
porque a mí el periodista me quiere
y si no mi amistad se la pierde.


Han transcurrido tres años en los que se han dilapidado tiempo, dinero y esfuerzos en una guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico que no ha dado resultados favorables, por el contrario, la violencia se ha exacerbado y la confianza ciudadana en las instituciones ha ido a menos. Protestar por la inseguridad, alzar la voz y manifestarse multitudinariamente ya no tiene ningún efecto en las autoridades o funcionarios públicos, salvo la indignación disimulada de éstos o algún dejo de impotencia. En un escenario pesimista ahora es el sálvese quien pueda porque a pesar de que acribillaron a uno de los capos más buscados, quedan otros que no titubearán en asumir el mando que con mayor poder de maniobra, recursos y pavor ejercerán su dominio hasta que los equilibrios entre las organizaciones delictivas se hayan reacomodado.

Soy el jefe de jefes señores
y decirlo no es por presunción
muchos grandes me piden favores
porque saben que soy el mejor
han buscado la sombra del árbol
para que no les de duro el sol.


Se insiste en la solución probada, que para aniquilar el narcotráfico se debe legalizar la venta y el consumo de drogas, tal como sucedió con el alcohol y el cigarro. No estoy convencido de la idea, si así fuera, a qué costo. De lo que sí estoy seguro es que jamás se logrará con las armas porque, quien a hierro mata, a hierro muere. Si tan solo les pegaran donde más les duele, que congeleran sus cuentas bancarias y aniquilen la piratería...

Cuánta razón tuvo aquel funcionario (no recuerdo su nombre y su filiación partidista) a principios del sexenio de Felipe Calderón cuando dijo que jamás se debió azuzar el avispero.

P.D. La música es cortesía de Los Tigres del Norte, el nombre del corrido es de dominio popular.

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