jueves, 21 de enero de 2010

Haití, dolor y vergüenza

La tragedia de Haití me recordó los sismos de septiembre de 1985 en la ciudad de México, primordialmente la reacción posterior al movimiento telúrico. Si usted se fijó en las imágenes de los noticiarios de televisión, los haitianos quedaron paralizados sin saber qué hacer, a dónde ir, a quién recurrir... En la capital de la república mexicana los “chilangos” rápidamente organizaron brigadas de salvamento y ayuda para remover escombros y rescatar sobrevivientes y cuerpos sin vida. La suma de esfuerzos hizo posible sobreponerse a la difícil situación pese a que el gobierno de aquel entonces no tuvo capacidad de respuesta, fue rebasado por las circunstancias, incluso se dio el lujo de rechazar, en un principio, la ayuda humanitaria... La dolorosa experiencia vivida hace un cuarto de siglo motiva u obliga a los mexicanos a ser solidarios con los países aquejados por los desastres naturales. Pese a la complicada situación económica que estamos viviendo, la gente ha dado generosamente lo poco que tiene.

Hoy, los haitianos, incapaces para organizarse por carecer de un gobierno que los respalde, desconfiados por los ancestrales desagravios políticos, lastimados por siglos de saqueos y maltratos, sumidos en la ignorancia y la desesperación, al borde de la hambruna, son coordinados por los norteamericanos... Se supone que la ONU debería asumir el control como organismo multinacional que es, sin embargo, la magnitud del desastre lo superó.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Japón y Alemania, naciones arrasadas, se reconstruyeron desde cero (con ayuda del país de las barras y las estrellas, of course!), hoy son potencias mundiales. Dudo mucho que Haití se haga de un lugar en el primer mundo, tengo la certeza de que se pondrá de pie y en este asunto los Estados Unidos, junto con Francia, tienen la oportunidad de enmendar los daños históricos causados en aquella porción del Caribe, el más pobre del continente americano. Veamos algunos datos:

El 80% de su población vive bajo el umbral de pobreza y un 75% de ella depende de la pesca organizada en pequeñas explotaciones y la agricultura de subsistencia debido al empobrecimiento del suelo disponible. Esta situación tiene su origen en la sobreexplotación y la erosión del terreno, consecuencia de una intensiva y descontrolada deforestación cuya superficie arbolada en 1923 era del 60%, para el año 2006 era menos del 2%. Las devastadoras tormentas tropicales que se presentaron a lo largo de 2008, afectó la escasa infraestructura de comunicaciones que, al igual que los sectores industriales y de servicios, carecen de inversiones sostenidas por la inestabilidad política y la violencia. El sector industrial más importante es el textil, representa más del 75% del volumen de exportaciones y 90% del Producto Interno Bruto (PIB) pero es fuertemente dependiente de la demanda y ayudas arancelarias exteriores, particularmente de los Estados Unidos. Haití está incluido en el programa del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para los Países en vías de desarrollo altamente endeudados.

Y todo lo anterior ¿qué tiene qué ver con usted, conmigo y con nuestro contexto? Tómelo como una sacudida a nuestra conciencia, porque en nuestro México hay mucha pobreza, marginación, desigualdad, desempleo, desagravios políticos y sociales ancestrales sin resolver, igual que en Haití pero en mucho menor proporción... Ningún país ni las hermanitas de la caridad nos van a ayudar a salir de la crisis que vivimos, de nosotros depende propiciar las condiciones para vivir en un lugar más digno y no en un lugar donde habite el dolor y la vergüenza.

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