jueves, 24 de marzo de 2011

¿Cómo? ¿Cómo combatir al narco y al crimen organizado en México?

¿Legalizar las drogas? Posiblemente se acabaría el contrabando y la violencia tal como sucedió cuando se despenalizó el tabaco y el alcohol en Estados Unidos. El asunto, lejos de resolverse, traería un mayor problema de salud pública cuyas clínicas y hospitales no se darían abasto con tanto intoxicado.

El jefe máximo de las instituciones se encuentra solo, cavilando en su despacho a altas horas de la noche antes de irse a descansar. Sobresalen en su escritorio los recientes informes en materia de seguridad y combate al crimen, economía y empleo, así como el de política y opinión pública. Hay otros reportes en la mesa de trabajo, ninguno de ellos es capaz de quitarle el sueño al mandatario mexicano tanto como el expediente de la lucha contra el crimen organizado. No ha faltado buena voluntad para enfrentar a la delincuencia pero; los recursos, las estrategias, las tácticas, los actores y las instituciones han mostrado resultados estériles pese a las múltiples incautaciones de drogas, armas y dinero.

Resuena en su mente la advertencia que en semanas anteriores le hiciera el partido político que se perpetuó en el poder y que presume ser un garante de la paz y la estabilidad social: “Es que no debió azuzar el avispero”. Ciertamente, más le valió no haberlo hecho pero, ¿cómo impedir que se den a conocer los escandalosos actos de violencia y saboteo propiciados por el narcotráfico y el crimen organizado en contra de civiles, periodistas y militares, incluso entre esos mismos grupos de poder que se disputan fieramente territorios? ¿Cómo negar la incapacidad del Estado para dar la batalla porque sus entrañas están podridas en corrupción e impunidad pese a que se hizo lo necesario para depurarlas?

No estoy seguro de que se pondrá fin de una vez por todas a las acometidas de los delincuentes, solo es una píldora para calmar la ansiedad de una sociedad que ve lejano el día que acabe la pesadilla protagonizada por los malhechores, vana promesa de quien se encuentra desesperado porque es la actitud que refleja Felipe de Jesús y, si pierde los estribos, puede ceder a la tentación del autoritarismo como la solución más fácil y menos inteligente, aunque sabe que ponerse al tú por tú con ellos desencadenaría una oleada de violencia incontenible. Basta con revisar la experiencia colombiana para darse una idea de las consecuencias de un escenario cruento en México.

El mandatario mexicano revisa un dossier informativo y entre los titulares lee rápidamente la súplica de los obispos de Chihuahua para que los criminales se arrepientan y cambien de actitud. Alcanza a sonreír con un dejo de ironía, porque si por las malas los malosos no ceden, mucho menos por las buenas. ¿Legalizar las drogas? Posiblemente se acabaría el contrabando y la violencia tal como sucedió cuando se despenalizó el tabaco y el alcohol en Estados Unidos. El asunto, lejos de resolverse, traería un mayor problema de salud pública cuyas clínicas y hospitales no se darían abasto con tanto intoxicado.

Usted, estando en el lugar de Felipe Calderón, ¿qué haría para solucionar el estigma del crimen organizado?

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