lunes, 30 de noviembre de 2015

Crecer no es el problema, olvidar lo es

Pese a ser una película destinada al público infantil, lo disfrutarán los adultos, aquellos que no han leído el libro y querrán leerlo después de ver el filme. También se regocijarán los adultos que ya han leído El Principito y redescubrirán que “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” en el magistral “stop motion”. Por si no fuera suficiente y para dar con la clave de la película, queda otro enunciado para la reflexión: “Crecer no es el problema, olvidar lo es”.


Se exhibe en las salas de cine de nuestro país El Principito, filme del cineasta Mark Osborne, creador de Kung Fu Panda.

La película gira en torno a una niña cuya mamá le organiza un riguroso plan de preparación académica para ingresar al prestigioso colegio Werth, sin embargo, el cronograma tiene intermitencias por la presencia de un vecino “extraño”, un viejo aviador que le comparte a la protagonista su encuentro con el Principito. Es ahí donde los principales episodios de la obra de Antoine de Sain-Exupéry se entrelazan con el filme para contar una historia en un contexto actual.

El Principito me evocó dos filmes: Por una parte, La Historia sin fin; cuando Bastián Baltasar Bux lee con mucho interés el libro que aborda las peripecias de Atreyu. A medida que avanza en la lectura, Bastián se convierte en un personaje más del  libro que está leyendo e incide en la trama. De la misma manera sucede con la niña, al principio desdeñó El Principito por ser un relato inverosímil, sin embargo, las buenas intenciones y la jovialidad del viejo son los factores para que la niña retome la senda de una infancia feliz, despreocupada, con la posibilidad de alcanzar las estrellas y crear mundos nuevos. Al mismo tiempo, la niña se interesa en el Principito y lo hace suyo, tanto al grado de que va más allá de la historia cuando decide ir en su rescate.

Por otro lado, Hook, un filme que presenta a Peter Pan adulto llamado Peter Banning, un exitoso y atareado abogado que no recuerda su verdadero origen, con la ayuda de los niños perdidos lo recobra mediante un pensamiento alegre de su infancia. Más o menos de la misma manera, cuando Príncipe, como se le nombra al Principito siendo un adulto joven que trabaja en un mundo sombrío, monótono y frenético, recuerda quién realmente es gracias a la ayuda de la niña que lo libera y se libera de las garras de la vanidad y la riqueza encarnados en el mundo adulto donde predomina la tiranía del trabajo y no deja lugar a ser niño de cuando en cuando porque lo importante es ser productivo y lo esencial es ser superfluo.

Esta adaptación cinematográfica de El Principito es una historia de actualidad, ya que como Antoine de Sain-Exupéry critica en su momento a la sociedad moderna de los años 40, el cineasta critica abiertamente la época que vivimos; predomina la pérdida de valores, es más importante el dinero y la competitividad en el trabajo, exhibe el creciente abandono de los hijos entre otras cosas.

Pese a ser una película destinada al público infantil, lo disfrutarán los adultos, aquellos que no han leído el libro y querrán leerlo después de ver el filme. También se regocijarán los adultos que ya han leído El Principito y redescubrirán que “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” en el magistral “stop motion”. Por si no fuera suficiente y para dar con la clave de la película, queda otro enunciado para la reflexión: “Crecer no es el problema, olvidar lo es”.

Cabe señalar que Antoine de Saint-Exupéry no murió viejo, desapareció junto con su avión en 1944, durante una misión de reconocimiento en la Segunda Guerra Mundial, un año después de la publicación de El Principito, por eso considero que el viejito de la película es el mismo autor francés y es un acierto hacerle un homenaje al inmortal aviador.

Postre
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