Bianca y Jordi son dos adolescentes que a regañadientes concurren, con otros compañeros de su colegio, a una brigada social. Es la primera vez que participan y no saben ni qué onda, están un poco impacientes y con celular en mano envían mensajes a sus amigos y se desconectan del mundo escuchando música. La escuela donde estudian los mencionados muchachos reunió sin mayores problemas cobijas, alimentos, medicinas, agua y juguetes en buen estado que serán destinados a la comunidad donde el grupo de jóvenes permanecerá tres días.
Tras recibir las indicaciones de sus profesores, los alumnos abordan el vehículo y los papás muy animosos los despiden deseándoles buen viaje, los colman de bendiciones y les desean una feliz estancia... De vuelta a la ciudad Bianca y Jordi parecen distintos. Después de responder a sus papás que vivieron una experiencia interesante, Bianca, como muchas de las niñas y los niños bien, exclama con incredulidad y asombro: “No me imaginé que existiera la pobreza y que ésta fuera tanta. Me asustó, creo que todas esas cosas que les llevamos serán suficientes para que no pasen hambre y frío.” Jordi agrega en el dialogo familiar. “¡Niños y niñas trabajan en el campo cuidando chivos o borregos en el monte todo el día! No tienen todas las cosas que nosotros tenemos acá, el agua, la luz, no van a la escuela y dicen que a veces toman pulque porque no hay leche ni los deliciosos ‘sangüis’ que mamá nos prepara...”
Sin querer queriendo he escuchado esas y otras expresiones de los niños y las niñas “nice” de la preparatoria, de las niñas y los niños “fresa” de las universidades, de los papás que en su vida jamás han sufrido algún tipo de pobreza económica y que ilusoriamente viven en un país próspero.
¡No! No tengo nada en contra de ellos, me indigna que crean que en este país no hay pobres, que es un invento de los noticiarios de televisión, ¡por Dios! Pero nada queda en saco roto, me consta que en las universidades del sistema educativo jesuita de nuestro país hay chavos y chavas que tras su experiencia en la Sierra Tarahumara, en Los Altos de Chiapas o en la región Mixe, regresan a la tribu urbana con un cambio social muy fuerte, influidos silenciosamente por el evangelio de la paz y la justicia que pregonó el rabí de Galilea.
¿A qué viene este pregón? Hace unas semanas fue estrenada en 9 salas de la ciudad de México el filme del cineasta mexicano Eugenio Polgovsky Los Herederos, una película que retrata la vida de los niños del campo mexicano y su lucha diaria por la sobrevivencia. Sus actividades son muy diversas: son campesinos y pastores; caminan largos trayectos para cortar leña; tejen; hacen ladrillos; cuidan a sus hermanos menores; migran con sus familias para trabajar en las cosechas; acarrean agua; tallan y pintan madera para hacer alebrijes. Al heredar las herramientas y técnicas de sus ancestros, estos niños también han heredado la miseria. Generación tras generación permanecen cautivos en un ciclo de pobreza heredada.
Y es que como bien dice Eugenio, “los niños son el principal indicador de la situación de un país. Son el presente, no el futuro”. Cómo va a ser posible que el mañana siga siendo tan desolador, sin ninguna oportunidad de progreso, de prosperidad, que las cosas sigan igual.
Ojalá la película sea exhibida en nuestra ciudad, si no le es posible ir al cine cómprela en los mercados libres de aranceles, mejor conocidos como “fayuca”. Véala con sus hijos y coméntenla, le aseguro que no se va a deprimir y adquirirá una buena dosis de conciencia social, de justicia.
Este fabuloso documental no recibió ningún tipo de ayuda institucional, a pesar de haberla buscado. Incluso el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) le negó el apoyo, por lo que se recurrió a Europa, encontrando respuesta en los fondos Hubert Bals, de Holanda y el Visions Sud Est, de Suiza. Dinero que no era suficiente para hacer la transferencia a 35 milímetros y poderse proyectar en cines.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se dio cuenta del atropello que los mismos mexicanos cometían contra Los Herederos, que decidió hacerse cargo de todos los gastos, para que el pasado 25 de septiembre, se estrenara en la capital de la república mexicana.
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