El trabajo ha sido desde todos los tiempos, parte importante del desarrollo humano, motivo de crecimiento y desarrollo de las capacidades físicas y espirituales del hombre. La discrepancia de opiniones surge cuando los ángulos de la vida laboral, se permean de las opiniones emitidas desde la propia experiencia de vida.
Maldición y castigo o bendición y premio, este es el dilema cuando no se ha encontrado la luz que ilumina la noche oscura del aburrimiento cotidiano, y de la esfera monótona que apaga las claras ilusiones y esperanzas de la vida. Trabajar es dilema cuando se ha perdido la visión de lo que verdaderamente templa el espíritu.
El estandarte tejido en el sudor y las lágrimas, se hace dependencia de la vista que contempla el castigo por el pecado, cometido en el principio de las edades y los siglos. Si bien, cansancios y fatigas son el salario de la jornada, no hay pretexto que evite beber el cáliz dulce del propio sustento, motivo del honesto vivir y de felicidad para tantas familias que de él esperan su crecimiento. Por añadidura, el rabí de Galilea trabajó con sus propias manos, labrando y aprendiendo, sudando y padeciendo las fatigas propias hasta ganarse el noble título del “hijo del carpintero” ¿Por qué entonces renegar de la noble misión del trabajo? ¿Por qué llenar de blasfemias la bendición de Dios, que a golpe de martillo labra el futuro promisorio de todos y cada uno de los pequeños, a quien el Padre viste y da de comer porque los quiere más que a los pajarillos y los lirios del campo? Es este el verdadero sentimiento que debe envolver el corazón de los hombres y las mujeres, que cada día surgen del mundo de los sueños, para incorporarse al mundo laboral de las realidades deseadas y probables de alcanzar, al mundo de la supervivencia y no sobrevivencia.
El mundo del trabajo no es una palestra invasora y negativa, es el corazón del hombre el que mancha la pureza de las intenciones y que pretende regresar, antes de los tiempos señalados, al polvo de donde fuimos sacados. Todos los problemas de injusticia, manipulación y explotación no pertenecen a la esencia de la actividad laboral, por el contrario, son propiedad de quien ha perdido el juicio sobre las sentencias divinas; de quien sólo ve junto a sí instrumentos, implementos y maquinarias de carne y hueso; de aquellos que ante las necesidades fraternas, arrancan pedazo a pedazo, la dignidad del hermano que sólo merece vejación y malos tratos, ¡total!
Y qué decir de los de este lado, de aquellos que aún no conquistan la cima del éxito ¡porque no han querido! porque no han descubierto que en la agresiva aridez de la tierra, late la fecundidad del paraíso terrenal, del edén perdido en el universo de las enzimas que obstruyen las arterias por donde debe correr la sangre nueva, el fluido del nuevo camino, del nuevo despertar llenó de esperanzas porque las manos están agrietadas pero satisfechas de haber obtenido, cada día, el mejor fruto para sí y para los que de ellas dependen.
Postre
De alegría y nostalgia se han contagiado millones de personas por la beatificación de Juan Pablo II, ceremonia que se llevará a cabo el domingo 1 de mayo, día dedicado a la Divina Misericordia. No es para menos el entusiasmo por ver en los altares al papa polaco pese a los cuestionamientos de sus detractores y el contexto en el que se gestará. Ciertamente fue un pastor con carisma que salió al encuentro de sus ovejas y apacentó el rebaño, tal y como lo pidió el rabí de Galilea. Sin embargo, ¿el mundo de hoy es más solidario, es más justo, es menos pobre, es menos peleonero, gracias a los mensajes de paz, esperanza y denuncia social que proclamó Juan Pablo II en sus viajes apostólicos?
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