Un mes antes de los comicios federales de esta año, Manuel Jáuregui escribió en el diario Reforma un artículo titulado “Vulnerabilidad fiscal”, que en su momento refirió que después de las elecciones de julio iniciarían las negociaciones con el Legislativo para realizar una reforma fiscal que le reste dependencia al Gobierno de los ingresos petroleros, es decir, aumentar los impuestos o crear nuevos gravámenes dado que los precios del crudo han disminuido significativamente (40 por ciento de los ingresos gubernamentales provienen de Pemex). El autor remata su escrito sugiriendo que: “Elevar impuestos no es la única opción que tiene a su disposición el Gobierno. Es quizás la más FÁCIL, la más cómoda (para ellos), pero definitivamente no es la mejor para el desarrollo del País.
“Lo mejor es apretarse el cinturón, bajarle al gasto, eliminar la obesidad burocrática y hacer MÁS CON MENOS: como la sociedad civil entera ha hecho desde octubre del 2008 que tronó la bomba hipotecaria en Estados Unidos.”
Si ha puesto atención a los noticiarios, los gobiernos municipales, al menos los de nuestra entidad poblana, están pasando serias dificultades (las malas lenguas dicen que ya no son negocio) para sostener el aparato burocrático, proporcionar los servicios básicos (basura y vigilancia) y ejecutar obra pública. En buena medida se debe a que no disponen de partidas derivadas de los excedentes por la venta de petróleo o satisfactorios ingresos provenientes del predial. A mi mente viene la mítica frase del entonces presidente de México José López Portillo, al pedir a los mexicanos prepararnos para “administrar la abundancia”, cuando nuestro país se benefició en su momento de los altos precios del oro negro... el resto de la historia ya la conocemos.
Imagine por un momento este escenario en su economía doméstica. Usted recibe un sustancioso aumento de sueldo, además de satisfacer las necesidades de su familia, tiene contemplado dar y darse un gusto, cumplir un capricho, válido, puesto que es su dinero y se esmera para ganárselo. Usted gasta y derrocha, al fin que en la quincena se llena la cartera para dar el tarjetazo. Pero cuando llegan los imprevistos como un accidente, una enfermedad o la pérdida del empleo (¡ni lo quiera Dios!) entonces a parir chayotes. Ahorrar tal vez no es un hábito arraigado en casa, con un préstamo la libramos y como último recurso, empeñamos los bienes de más valor... Así más o menos funciona la economía de nuestro país, se gasta en cosas superfluas, se derrocha, no existe una cultura para guardar y hacer crecer nuestro dinero y patrimonio, no pensamos en el mediano y largo plazo, se ahorcan a los contribuyentes, son intocables y se benefician más a los altos funcionarios y adinerados... Con todo ello no queremos aprender las dolorosas lecciones del pasado de devaluaciones, estatizaciones y dispendios.
Si los tres niveles de gobierno asumieran una actitud empresarial, seguramente sí harían más con menos y gastarían sensatamente. Eliminarían algunos subsidios (agua y luz), desaparecerían Secretarías de Estado que no tienen razón de ser, recortarían el gasto público, aumentarían la recaudación fiscal con la inclusión del empleo informal en la base. En fin, hay muchas maneras de hacer eficientes los recursos y no a costa del pueblo que dudo mucho querrá una vez más, hacer el gran sacrificio, ya ni se diga los partidos políticos que reciben dinero del IFE, reducircelos a la mitad, ¡ni pensarlo!
Un punto de vista con el que se puede estar o no de acuerdo. ¡Abramos el debate!
miércoles, 26 de agosto de 2009
viernes, 21 de agosto de 2009
¡Qué Patolandia ni que ocho cuartos!
A un lector de esta columna no le han agradado las reflexiones de mis últimos escritos. Me pregunta si estoy enojado con la vida, si soy un amargado, por qué nada me parece, por qué soy un “contreras”, por qué cuestiono todo. A este buen amigo le digo que me encantaría escribir cosas que valgan la pena comunicar. Por ejemplo, que el país se recupera de la crisis económica y el empleo repunta, que Zacatlán ingresa a la lista de “Pueblos Mágicos”, que ya hay un prototipo de vacuna contra el SIDA, que Estados Unidos levantó el embargo comercial contra Cuba, que el gobierno cargó con el costo político de aumentar la recaudación fiscal al incluir al comercio informal, que Cristo ha venido por segunda vez a este mundo y nadie se ha percatado de ello.
Últimamente lo que leemos, vemos y escuchamos, en su mayoría son malas noticias, las comunicamos e intentamos darle un sentido crítico y propositivo, otros prefieren distraer a sus audiencias con frivolidades para que olviden por un rato su dura realidad y en el peor de los casos, no informar verdades incómodas. Hasta un sacerdote me amonestó por mi falta de fe para que llueva. Padre, creo en Dios y en su misericordia, lo que no me parece justo es el abuso permanente de ese preciado don que se nos da, queremos que el Todopoderoso nos resuelva la vida sin que movamos un dedo. Ayúdate que yo te ayudaré ¿o no?
Prefiero vivir y conocer un mundo real, con sus dolores y sus pasiones, con sus tristezas y sus añoranzas, con sus alegrías y esperanzas, con sus fatigas y recompensas. Un lugar donde ustedes y yo seamos capaces de transformar un lugar más amigable, menos hostil. ¡Qué Patolandia ni que ocho cuartos!
Y ya entrado en materia, no deja de desconcertarme la decisión de la Suprema Corte de Justicia tras la liberación de 20 participantes en la matanza de 45 indígenas el 22 de diciembre de 1997. Si el debido proceso no estuvo bien, entonces la consecuencia del fallo era, al menos, nombrar una comisión independiente (como el caso de la guardería de Hermosillo) para que se haga una buena investigación sin demeritar los testimonios y las acusaciones directas, mas no dejar en libertad a los sicarios.
Raúl Vera Lima, Obispo de la Diócesis de Saltillo y en su momento Obispo coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas indicó que, “si se deja al país en la violencia cuando no se ejerce la justicia ni la persecución del delito, es evidente que se está cubriendo a los responsables de ese crimen de lesa humanidad”. Por su parte Lidya Cacho señala que “Acteal es y será una herida abierta para México, sangra ahora por la incapacidad del Estado para proteger a las víctimas y por enviciar aún más el putrefacto sistema de justicia penal.” Y si no, al tiempo.
Últimamente lo que leemos, vemos y escuchamos, en su mayoría son malas noticias, las comunicamos e intentamos darle un sentido crítico y propositivo, otros prefieren distraer a sus audiencias con frivolidades para que olviden por un rato su dura realidad y en el peor de los casos, no informar verdades incómodas. Hasta un sacerdote me amonestó por mi falta de fe para que llueva. Padre, creo en Dios y en su misericordia, lo que no me parece justo es el abuso permanente de ese preciado don que se nos da, queremos que el Todopoderoso nos resuelva la vida sin que movamos un dedo. Ayúdate que yo te ayudaré ¿o no?
Prefiero vivir y conocer un mundo real, con sus dolores y sus pasiones, con sus tristezas y sus añoranzas, con sus alegrías y esperanzas, con sus fatigas y recompensas. Un lugar donde ustedes y yo seamos capaces de transformar un lugar más amigable, menos hostil. ¡Qué Patolandia ni que ocho cuartos!
Y ya entrado en materia, no deja de desconcertarme la decisión de la Suprema Corte de Justicia tras la liberación de 20 participantes en la matanza de 45 indígenas el 22 de diciembre de 1997. Si el debido proceso no estuvo bien, entonces la consecuencia del fallo era, al menos, nombrar una comisión independiente (como el caso de la guardería de Hermosillo) para que se haga una buena investigación sin demeritar los testimonios y las acusaciones directas, mas no dejar en libertad a los sicarios.
Raúl Vera Lima, Obispo de la Diócesis de Saltillo y en su momento Obispo coadjutor de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas indicó que, “si se deja al país en la violencia cuando no se ejerce la justicia ni la persecución del delito, es evidente que se está cubriendo a los responsables de ese crimen de lesa humanidad”. Por su parte Lidya Cacho señala que “Acteal es y será una herida abierta para México, sangra ahora por la incapacidad del Estado para proteger a las víctimas y por enviciar aún más el putrefacto sistema de justicia penal.” Y si no, al tiempo.
miércoles, 12 de agosto de 2009
No más problemas, ahora el agua
Estoy seguro que, lo menos que quiere recibir en estos días son malas noticias. Con el desempleo, el alza silenciosa de los precios, la ola violenta del crimen organizado y la crisis económica tenemos suficiente. Por si fuera poco no llueve, lo que provoca que se reduzca sensiblemente el agua para el uso agrícola, industrial y humano, los mantos freáticos se secan, las presas están por debajo de sus niveles normales de almacenamiento. Para colmo de males se sigue desperdiciando insensatamente el vital líquido, arrecian las estiajes y no cesa la contaminación de los ríos. Estos factores propician que el oro azul adquiera más valor, paulatina y peligrosamente deja de ser un bien público y no sería raro que en pocos años se vuelvan realidad lo que algunos futurólogos llamaron “guerras por el agua”.
El 25 de febrero de 2005 Naciones Unidas inauguró un Decenio Internacional del Agua con el lema “El agua, fuente de vida”. Todos los países miembros de la ONU se comprometieron a emprender acciones especiales para asegurar la disponibilidad y el uso racional de este recurso. Ese día el Secretario General de la ONU, Kofi Annan dijo: “Estamos ante un asunto urgente de desarrollo humano y de dignidad humana. Juntos podemos proporcionar agua potable y apta para el consumo a todas las personas del mundo. Los recursos hídricos del planeta son nuestro único medio de supervivencia y de desarrollo sostenible en el siglo XXI. Debemos, juntos, ordenarlos mejor.”
Fortalecer la cultura del uso y conservación del agua es el principal factor que permitirá nuestra supervivencia, muchos están confiados de que sí hay suficiente pero no es así. Imaginemos el día que las comunidades rurales ya no quieran que les exploten sus pozos para llevar el líquido vital a los fraccionamientos, los hoteles e industrias que lo demandan (¡hombre!, no les puede faltar) afectando a las colonias populares y unidades habitacionales ya sea por el desabasto, los recortes o fallas en el suministro. Pero no todo para ahí, hectáreas de bosques y selvas desaparecen cada día por la tala indiscriminada, lo que incide en una menor captación del recurso que renueve los mantos freáticos, ni siquiera se reforesta para revertir la degradación del suelo, el agua de lluvia que podría ser captada y aprovechada para darle otros usos se mezcla con las aguas sucias o residuales. Muchos se quejan de que es excesivo el cobro por el servicio de agua (y eso que no pagamos el costo real) pese a ello se paga.
Una persona necesita 5 litros diarios para beber y cocinar y otros 25 para higiene personal; una familia de cinco miembros, 150 litros. Sin embargo, la media de Europa está en 165 litros y la familia canadiense está utilizando 350 litros, mientras la media de África es de 20 litros, en tanto el consumo de agua en México es de 320 litros. A este ritmo, para mediados del siglo XXI, de 2 mil a 7 mil millones de personas (según las diferentes previsiones) sufrirán escasez de agua en más de 70 países...
Algunos sacerdotes en sus homilías comparten con los fieles su preocupación por la falta de lluvias y oran para que el Todopoderoso abra las compuertas del cielo y calme la sed de este mundo. Sin embargo, me inquieta que por más invocaciones que imploremos, ¡no llueve! ¿Castigo divino? Tal vez, no lo sé, lo que sí es cierto es que si cada uno de nosotros no hacemos la parte que nos corresponde para cuidar el preciado recurso, más nos vale no quejarnos después, no se vale que todo se lo dejemos a Dios y que la humanidad insensata y destructora se beneficie de los milagros. Si no llueve, el agua que tengamos mañana, dependerá de la que ahorremos hoy.
Dios ya permitió un diluvió, ojalá no permita una sequía aunque el mismo hombre hace todo lo necesario para propiciarlo. Al tiempo.
El 25 de febrero de 2005 Naciones Unidas inauguró un Decenio Internacional del Agua con el lema “El agua, fuente de vida”. Todos los países miembros de la ONU se comprometieron a emprender acciones especiales para asegurar la disponibilidad y el uso racional de este recurso. Ese día el Secretario General de la ONU, Kofi Annan dijo: “Estamos ante un asunto urgente de desarrollo humano y de dignidad humana. Juntos podemos proporcionar agua potable y apta para el consumo a todas las personas del mundo. Los recursos hídricos del planeta son nuestro único medio de supervivencia y de desarrollo sostenible en el siglo XXI. Debemos, juntos, ordenarlos mejor.”
Fortalecer la cultura del uso y conservación del agua es el principal factor que permitirá nuestra supervivencia, muchos están confiados de que sí hay suficiente pero no es así. Imaginemos el día que las comunidades rurales ya no quieran que les exploten sus pozos para llevar el líquido vital a los fraccionamientos, los hoteles e industrias que lo demandan (¡hombre!, no les puede faltar) afectando a las colonias populares y unidades habitacionales ya sea por el desabasto, los recortes o fallas en el suministro. Pero no todo para ahí, hectáreas de bosques y selvas desaparecen cada día por la tala indiscriminada, lo que incide en una menor captación del recurso que renueve los mantos freáticos, ni siquiera se reforesta para revertir la degradación del suelo, el agua de lluvia que podría ser captada y aprovechada para darle otros usos se mezcla con las aguas sucias o residuales. Muchos se quejan de que es excesivo el cobro por el servicio de agua (y eso que no pagamos el costo real) pese a ello se paga.
Una persona necesita 5 litros diarios para beber y cocinar y otros 25 para higiene personal; una familia de cinco miembros, 150 litros. Sin embargo, la media de Europa está en 165 litros y la familia canadiense está utilizando 350 litros, mientras la media de África es de 20 litros, en tanto el consumo de agua en México es de 320 litros. A este ritmo, para mediados del siglo XXI, de 2 mil a 7 mil millones de personas (según las diferentes previsiones) sufrirán escasez de agua en más de 70 países...
Algunos sacerdotes en sus homilías comparten con los fieles su preocupación por la falta de lluvias y oran para que el Todopoderoso abra las compuertas del cielo y calme la sed de este mundo. Sin embargo, me inquieta que por más invocaciones que imploremos, ¡no llueve! ¿Castigo divino? Tal vez, no lo sé, lo que sí es cierto es que si cada uno de nosotros no hacemos la parte que nos corresponde para cuidar el preciado recurso, más nos vale no quejarnos después, no se vale que todo se lo dejemos a Dios y que la humanidad insensata y destructora se beneficie de los milagros. Si no llueve, el agua que tengamos mañana, dependerá de la que ahorremos hoy.
Dios ya permitió un diluvió, ojalá no permita una sequía aunque el mismo hombre hace todo lo necesario para propiciarlo. Al tiempo.
miércoles, 5 de agosto de 2009
En espera de justicia
En el catálogo de refranes que expresan la sabiduría popular hay un adagio que dice: “Hasta que la revolución te hizo justicia”. Generalmente lo manifestamos cuando alguien recibe tardíamente un aumento de sueldo, cuando a un compañero de trabajo años después lo premian por su dedicación y sus esfuerzos, cuando la autoridad en turno ejecuta una obra en alguna colonia y que por años fue la principal demanda ciudadana. En fin, son diversas las aristas que le podemos dar a este peculiar proverbio y en el caso de los empresarios Alejandro Martí y Nelson Vargas, al parecer la revolución está a punto de hacerles justicia tras la captura de los presuntos asesinos de Fernando Martí y Silvia Vargas, hijos de los citados hombres de negocios.
Es posible que estas acciones traten de enmendar el magro papel de las instituciones encargadas de impartir justicia en nuestro país, ya que estamos a pocos días de que se cumpla un año de la firma del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad (21 de agosto de 2008), cuyo momento cúspide fue el enérgico reclamo que Alejandro Martí hiciera a la clase política: “Si piensan que la vara es muy alta y no pueden, renuncien. No sigan recibiendo un sueldo sin hacer nada...” Ni qué decir del impotente reproche salido de lo más hondo del corazón de Nelson Vargas al señalar que las autoridades “no tienen madre” y constatar que “es tan grande la ineficiencia e ineficacia de los policías de México, que los agraviados tenemos no sólo que cuidarnos de la delincuencia, sino investigar y si es posible capturarlos y entregarlos”.
Ellos, como quiera que sea, buscan por sus propios medios que se haga justicia y al parecer lo están consiguiendo a fuerza de terquedad, buenos abogados y la suma de voluntades a través de movimientos como México Unido Contra la Delincuencia o el Sistema de Observación para la Seguridad Ciudadana. Sin embargo, ciudadanos de a pie, como usted y como yo, que no tenemos el poder político o económico, ni los recursos para contratar los servicios de un litigante competente ¿qué nos espera? Tal vez sufrir la misma suerte que Antonio Equihua Peralta, un joven de 16 años que fue secuestrado y encontrado sin vida en la cajuela de un automóvil durante la contingencia sanitaria (22 de abril de este año), durante los días de escándalo político (Ahumada y De la Madrid). Dudo mucho que algún medio de comunicación hubiese querido dar el mismo valor informativo que los casos de Fernando y Silvia dado que se trató del mismo delito pero, como el muchacho no es hijo de familia acaudalada, no es noticia.
Aunque se han hecho grandes esfuerzos para mantener el orden y la legalidad, la impunidad persiste, los delincuentes siguen en las calles y la sociedad día a día es agraviada. En este sentido Alejandro Martí propone que “la seguridad ciudadana sea llevada al mismo nivel de importancia que el que las autoridades federales otorgan al combate a la delincuencia organizada. La protección al ciudadano debe ser una prioridad del Estado Mexicano”, y yo agrego, que no sea un acto de buena voluntad política.
Por cierto, en el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la legalidad signado hace un año incluyeron a las Asociaciones Religiosas y se comprometían a: “Fomentar en sus programas de difusión, en sus edificios, en sus iglesias y en sus lugares de oración, la cultura de la legalidad y la seguridad, la práctica de la denuncia, el combate a las adicciones, los derechos humanos y la transparencia.” ¿Sumamos voluntades?
Es posible que estas acciones traten de enmendar el magro papel de las instituciones encargadas de impartir justicia en nuestro país, ya que estamos a pocos días de que se cumpla un año de la firma del Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad (21 de agosto de 2008), cuyo momento cúspide fue el enérgico reclamo que Alejandro Martí hiciera a la clase política: “Si piensan que la vara es muy alta y no pueden, renuncien. No sigan recibiendo un sueldo sin hacer nada...” Ni qué decir del impotente reproche salido de lo más hondo del corazón de Nelson Vargas al señalar que las autoridades “no tienen madre” y constatar que “es tan grande la ineficiencia e ineficacia de los policías de México, que los agraviados tenemos no sólo que cuidarnos de la delincuencia, sino investigar y si es posible capturarlos y entregarlos”.
Ellos, como quiera que sea, buscan por sus propios medios que se haga justicia y al parecer lo están consiguiendo a fuerza de terquedad, buenos abogados y la suma de voluntades a través de movimientos como México Unido Contra la Delincuencia o el Sistema de Observación para la Seguridad Ciudadana. Sin embargo, ciudadanos de a pie, como usted y como yo, que no tenemos el poder político o económico, ni los recursos para contratar los servicios de un litigante competente ¿qué nos espera? Tal vez sufrir la misma suerte que Antonio Equihua Peralta, un joven de 16 años que fue secuestrado y encontrado sin vida en la cajuela de un automóvil durante la contingencia sanitaria (22 de abril de este año), durante los días de escándalo político (Ahumada y De la Madrid). Dudo mucho que algún medio de comunicación hubiese querido dar el mismo valor informativo que los casos de Fernando y Silvia dado que se trató del mismo delito pero, como el muchacho no es hijo de familia acaudalada, no es noticia.
Aunque se han hecho grandes esfuerzos para mantener el orden y la legalidad, la impunidad persiste, los delincuentes siguen en las calles y la sociedad día a día es agraviada. En este sentido Alejandro Martí propone que “la seguridad ciudadana sea llevada al mismo nivel de importancia que el que las autoridades federales otorgan al combate a la delincuencia organizada. La protección al ciudadano debe ser una prioridad del Estado Mexicano”, y yo agrego, que no sea un acto de buena voluntad política.
Por cierto, en el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la legalidad signado hace un año incluyeron a las Asociaciones Religiosas y se comprometían a: “Fomentar en sus programas de difusión, en sus edificios, en sus iglesias y en sus lugares de oración, la cultura de la legalidad y la seguridad, la práctica de la denuncia, el combate a las adicciones, los derechos humanos y la transparencia.” ¿Sumamos voluntades?
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