En lo personal me agradaron los textos del sacerdote
jesuita, ojalá estas cristologías estén al alcance de todos, del hombre y la
mujer de la calle, que no sea el patrimonio de unos cuantos.
Por los pasillos de la Universidad Iberoamericana Puebla hay
un par de vitrinas que expone textos de divulgación y creación literaria que la
casa de estudios publica para su venta a la comunidad universitaria y al
público en general, me llamó la atención un par de libros: “Doce cartas sobre
Dios” y “Jesús el Galileo, doce nuevas cartas”. Sin más los adquirí y me
sorprendió la sencillez con que el autor se refiere a Dios, al rabí de Galilea,
la religión y la espiritualidad.
David Fernández Dávalos, autor de estos magníficos escritos,
mediante un dialogo epistolar con Alo, un joven universitario embarcado en una
aventura espiritual a través de la religión oriental, le comparte su
descubrimiento personal de Dios y de Jesús de Nazaret en el contexto del mundo actual.
La lectura de las misivas son ágiles, sugerentes, conmovedoras, libres de
dogmas o aburridas disertaciones teológicas.
Considero que estos textos pueden ser un bálsamo para
aquellos que creen que otro Dios es posible, puede ser un choque para las personas
cuyas convicciones religiosas permanecen inalteradas, una certeza para quienes
han experimentado a Dios con corazón de padre y entrañas de madre y que temían
expresarlo abiertamente. Para ello presento algunas ideas que el autor formula
en las “Doce cartas sobre Dios”:
• Carta
primera. Una invitación: “Deseo entablar contigo una serie de conversaciones a
propósito de Dios, de la religión, de la espiritualidad. Pienso darle forma de
cartas dirigidas a ti, si no te importa; o a alguien que lleve otro nombre,
pero que seas tú.”
• Carta
segunda. A Dios lo experimentamos todos: “Dios se muestra a toda la humanidad,
de diversas maneras, en distintas circunstancias y en distintos moldes
culturales. Se experimenta en la relación humana, con los demás y con uno
mismo.”
• Carta
tercera. ¿Cuál es el Dios verdadero?: “Se mira desde los ojos de los más pobres,
de los que sufren y de los marginados de esta sociedad. El Dios del culto o la
ortodoxia, de ninguna manera muestran el verdadero rostro de Dios.”
• Carta cuarta.
¿Dios guarda silencio?: “Dios no es un Dios mudo, habla en el silencio, a través
de sus profetas antes y ahora, en la gente sencilla que busca un porvenir.”
• Carta
quinta. Dios y el mal en el mundo. “Somos los hombres y las mujeres los que
hemos fraguado las grandes tragedias y los grandes cataclismos de la historia.
A veces por abuso de la naturaleza, a veces por mero deseo de preeminencia
sobre los otros.”
• Carta
sexta. Dios es también mujer: “Si Dios es también mujer, entonces el potencial
humano de las mujeres es ilimitado, tienen entonces la razón y el derecho para
esperar que la humanidad con sus pesadas cargas y sus bendiciones sean también
para ellas y no solo para los hombres.”
• Carta
séptima. Dios es amor: “Lo primero que nos enseñan en el catecismo, y que en
realidad se nos queda grabado para toda la vida, es que Dios es amor. Un poco
más tarde nos hablan de cosas terribles como el infierno o nos amenazan con
castigos impuestos por Dios si no hacemos lo que los adultos nos dicen. Y entonces
uno empieza a razonar: Pero si Dios es un Dios de amor, no creo que mande a
nadie al infierno. Pero uno se desconcertaba bastante cuando lo amenazaban con
aquello de que Dios te va a castigar”.
• Carta
octava. Dios es comunidad: “A Dios se le comprende y representa en el mundo
mediante grupos y formas participativas en relación, y no, en cambio, por
formas autoritarias en las que sigue solo la voluntad de un jefe. Dios es una
comunidad de personas plurales.”
• Carta
novena. Dios y la pluralidad: “Es necesario tener la osadía de ver el mundo
desde otras perspectivas. Si una religión es auténtica, debe poner las
condiciones para que todos podamos escuchar la voz de Dios en nuestra vida.”
• Carta
décima. Dios y la muerte: “Frente a la muerte, a la hora del crepúsculo,
comprendemos finalmente que la vida no tiene mayor secreto que vivirla. Que la
propia existencia no puede ser tomada demasiado en serio porque es un regalo. Y
eso nos hace libres y humildes, lejanos del mareo del poder y del prestigio. [...]
La muerte no duele, no es más que un súbito apagón, sin memoria, sin recuerdos,
sin rencores. Sé que la muerte es no ser y que, por eso, una vez muerto, la
muerte no existe.”
• Carta
undécima. Dios en la posmodernidad: “De nada vale hablar hoy de Dios de manera
doctrinal, puesto que todas las certezas se encuentran profundamente
cuestionadas.”
• Carta
duodécima. Dios es misterio inabarcable: “Tratar de definir a Dios en una
centena de páginas es una enorme estupidez [...] Hablar de Dios requiere de una
gran audacia, que pudiera ser simple desvergüenza si las palabras no son dichas
con una genuina humildad [...] Creo en el Dios verdadero: el que protege la
vida realmente existente, el que quiere el bien de toda la humanidad sin
distingos, el que nos cubre con su designio amoroso.”
Cabe señalar que cada una de las cartas va acompañada de una
anécdota o suceso en la que el autor lo vincula con Dios y cómo se manifiesta a
través de los acontecimientos.
Ante el éxito que supuso “Doce cartas a Dios” (más de tres
reimpresiones), David Fernández consideró oportuno hablar de Jesús, el rabí de
Galilea, sin clichés, a la luz de los tiempos modernos, aportando una relectura
del Evangelio a partir de las actuales circunstancias mundiales y culturales.
Si los extractos de las cartas cuestionaron sus creencias, los siguientes
podrían provocar profundas cavilaciones. Veamos:
• Carta
primera. El Jesús de la historia: “…la interpretación que se hace de la vida de
Jesús cambia necesariamente con el paso del tiempo, porque depende del contexto
en el que se hace. No es lo mismo leer los hechos y dichos de Jesús en la Edad
Media que en las sociedades democráticas del siglo XXI. […] ¿De manera que hoy
tenemos que predicar un nuevo Jesucristo, porque el de siempre no se ajusta a
las necesidades del hombre y la sociedad modernos? […] Para poder predicar al
Jesucristo de siempre debemos despojarlo del ropaje del pasado, quitarle lo
accesorio, lo que el tiempo ha venido colgando en su persona y dejar, en
cambio, lo esencial, lo verdaderamente perenne.”
• Carta
segunda. El Dios de Jesús: “Jesús revela a Dios como Padre […] de hecho lo
llamó Abbá […] Jesús es el primero en
llamar de esa manera al Dios que en el Antiguo Testamento aparecía como el
‘Dios de los ejércitos’. El cambio de visión es evidente. […] Si Jesús habló
como papá y no como mamá fue por mera circunstancia cultural. Las mujeres no
era relevantes entonces para la mayoría de las personas. El mensaje no hubiera
sido comprendido o hubiera sido rechazado francamente. Pero, en el fondo, de lo
que Jesús hablaba era de un Dios que es papá y mamá al mismo tiempo”.
• Carta
tercera. Jesús y el reino de Dios: “Jesús no vino a juzgar ni a condenar a
nadie. El Reino que Jesús anuncia y realiza acoge a todos, no hace acepción de
personas. […] Para Jesús, y desde él para todos nosotros, predicar el Reino es
ayudar a los demás a ser felices y luchar contra el mal. Es sanar, quitar el
dolor, consolar, acoger, reivindicar, sumar, proteger. Y la primera invitación
o enseñanza que podemos extraer de la observación de Jesús y de su trabajo por
el Reino es la necesidad de recuperar nuestra propia sensibilidad frente a los
que sufren y son excluidos; acercarnos a ellos para saber cómo servirlos;
hacernos uno con ellos para transformar este mundo roto en un mundo de
hermanos”.
• Cartas
cuarta. Jesús y la conversión: “Jesús no pide arrepentimiento ni penitencia,
pide opción por el Reino, por la vida, por la justicia, la fraternidad, la
solidaridad. Demanda que veamos hacia adelante, no hacia atrás. A Jesús no le
interesa el pasado pecaminoso de alguien; solo le interesa la posibilidad de un
futuro diverso. No juzga ni condena. […] Los cristianos vivimos en continua
conversión, siempre queriendo ir hacia la justicia, siempre queriendo construir
el Reino, siempre yendo contra el propio querer e interés.”
• Carta
quinta. Jesús y el llamado a seguirlo: “El miedo nos hace apegarnos a
situaciones, cosas, personas. La inseguridad nos hace tener apegos. El apego
crea ansiedad. El llamado a seguir a Jesús es un desafío a nuestra libertad. Es
una invitación a vivir siempre abierto, siguiendo al viento, para mirar al
mundo siempre con ojos nuevos.”
• Carta
sexta. Jesús y su pasión: “Se dice, por ejemplo, que Jesús tuvo que sufrir para
redimir nuestros pecados; que con cada falta que cometemos contribuimos más al
sufrimiento de Jesús; que para salvarnos es necesario sufrir en esta vida. Todo
esto es completamente falso. […] Lo que a Dios agrada no es el sufrimiento,
sino la actitud con que éste se asume. Jesús se comprometió a hacer desaparecer
el sufrimiento de la historia y del ser humano: ‘los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y
la Buena Nueva llega a los pobres´ (Mt 11,2-6)
• Carta
séptima. Jesús y la resurrección: “Una experiencia de Resurrección es cuando
vives la esperanza a pesar del fracaso, o cuando conservas la alegría en medio
de las dificultades. Es cuando entiendes que más allá de lo que ves y
experimentas, existe un sentido oculto, que todo lo trasciende y sostiene. […]
La resurrección trae paz y esperanza. Y todo cristiano tendría que preguntarse
qué tanta paz tiene, qué tanta esperanza lo anima, y a dónde lo conduce. Porque
¿cómo puedo tener esperanza en Dios que no veo, si no la tengo en lo que sí
veo? La esperanza, ultimadamente, es lo que nos hace fuertes en medio de la
lucha y la dificultad”.
• Carta
octava. La encarnación: “Dios decidió en Jesús, el Galileo, hacerse presente en
el mundo para salvar al género humano. Dios sigue decidiendo estar presente en
el mundo de hoy, en el infierno de hoy, para hacer redención. Ésta es la
estructura del cosmos entero: es la acción constante de Dios que sostiene y
salva. Y esto se nos revela en Jesucristo.”
• Carta
novena. Jesús y su presencia en el mundo: “Los hombres y las mujeres tenemos en
nuestras manos nuestro devenir, nuestro porvenir y el destino del mundo. Y en
ese destino Dios se juega su suerte. Esta es la dramática profundidad de la
revelación de Dios en la encarnación. […] Dios está presente en todos lados.
Dios no está allá, en el cielo, sino que está aquí, en la única realidad que
existe. […] Dios trabaja en el cosmos, sosteniéndolo, dándole un sentido,
animándolo. Jesús lo dice claramente: ‘mi Padre también trabaja’. Con este
dicho y al trabajar en sábado, Jesús rompe otro de los grandes dogmas de
Israel: que Dios descansa”.
• Carta
décima. Jesús y el proyecto de vida: “El concepto de felicidad que hoy circula
hoy como moneda corriente está ligado a la falsa concepción de la vida según la
cual, el ser humano, cambiante por naturaleza, puede llegar a un estado más o
menos estático de satisfacción permanente. Eso es falso. La felicidad no es la
meta; en todo caso es el camino.”
• Carta
undécima. Jesús y el compromiso en la historia: “Jesús ve en los más
necesitados, en los pobres y los excluidos a los redentores de la historia, a
los privilegiados del Reino de Dios, en oposición a los privilegiados de este
mundo. Un proyecto histórico de inspiración cristiana, por tanto, ha de tomar
seriamente en cuenta la situación de las minorías sociales excluidas y las
necesidades de las mayorías empobrecidas, y a ellas ha de responder.”
• Carta
decimosegunda. La misión en el mundo de hoy: “…el mundo roto requiere ser
enmendado y preservado para las generaciones actuales y futuras; porque todavía
existen grupos humanos avasallados que demandan solidaridad y respeto. […] mi
Iglesia católica se ha alejado de las nuevas generaciones, de los jóvenes como
tú. Ha estado más preocupada por la unidad institucional y por la ortodoxia, y
menos dedicada al anuncio del Reino. Con esto se ha olvidado de ir al mundo y
sigue echando las redes del mismo lado de la barca.”
En lo personal me agradaron los textos del sacerdote
jesuita, ojalá estas cristologías estén al alcance de todos, del hombre y la
mujer de la calle, que no sea el patrimonio de unos cuantos.
Los textos los
puede adquirir con toda seguridad en las librerías San Ignacio Buena Prensa y en los campus
de la Universidad Iberoamericana ya sea en Puebla, Ciudad de México (Santa Fe), León, Tijuana, Torreón, Guadalajara
(ITESO) Acapulco (Universidad Loyola del Pacífico) y Oaxaca (Ayuuk-Mixe)
Acerca del autor
David Fernández Dávalos, sacerdote jesuita de la Compañía de
Jesús. Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre de
Filosofía y por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
(ITESO) de Guadalajara, Jalisco, institución de la que fue rector de julio de
1998 a enero de 2002. Licenciado en Teología por el Colegio de Estudios
Teológicos, de la ciudad de México. Maestro en Sociología por la Universidad
Iberoamericana, Ciudad de México.
De 1990 a 1994 fundador y Director del Movimiento de Apoyo a
Niños Trabajadores y de la Calle (MATRACA), A.C., en la ciudad de Jalapa,
Veracruz. De 1994 a 1998 fue Director del Centro de Derechos Humanos Miguel
Agustín Pro Juárez, A.C. Premio Human Rights Watch 1996. Miembro del International
Council on Human Rights Policy, con sede en Ginebra, Suiza, entre octubre de
2000 y mayo del 2012. De junio de 2008 a julio de 2013 fue rector de la
Universidad Iberoamericana Puebla y a partir de junio del 2014 es rector de la
Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Colaborador editorial en El Gráfico y El Universal de 1994 a
1998. Escribió la columna Contrapunto en el diario El Independiente desde su
fundación hasta marzo de 2004. Autor de diversos libros como “Malabareando. La
Cultura de los Niños de la Calle”; “Este es el Hombre. Vida y Martirio de
Miguel Agustín Pro”; “Educación y Derechos Humanos; “Ignacio Ellacuría: vida,
pensamiento e impacto en la universidad jesuita de hoy”.